RETOS

 

LOS RETOS DE LA PEDAGOGÍA EN LA SOCIEDAD

DE LA INDIFERENCIA Y LA INMEDIATEZ

 

“Cada vez que nos preguntamos qué educación queremos, lo que nos estamos preguntando es qué tipo de mundo queremos fortalecer y perpetuar. Llamamos educación a la manera como trasmitimos a las siguientes generaciones el modelo de vida que hemos asumido. Pero si bien la educación se puede entender como trasmisión de conocimientos, también podríamos entenderla como búsqueda y transformación del mundo en que vivimos”[1].

William Ospina

 

Hacer pedagogía es asegurar una intención en la educación, asegurar una educación en nuestra época es reconocer las dificultades que existen entre una escuela refundida en las preguntas de la tradición y la costumbre o la innovación de las tecnologías y la proliferación de la información.

Se ha ido diciendo que esta inmensa sociedad del conocimiento, la del siglo XXI,  requiere criterios educativos coherentes con los adelantos tecnológicos, el asunto está en que tales adelantos no responden a las preguntas que se hacen en la escuela los docentes, son las inquietudes no relacionadas precisamente  con el aprendizaje de conceptos y la asimilación significativa de la teorías inscritas en la cultura, las preguntas de la pedagogía siguen siendo las de la formación humana.

Se pensará entonces en responder las preguntas fundantes y desde los autores estudiados, el para qué, el cómo, el dónde, el cuándo, a quién…, tratar de responder asumiendo que también es importante esa mirada subjetiva sobre el mundo, no se trata de copiar a voces lo que han dicho los especialistas, se trata igualmente de aportar desde experiencias existenciales que inquietan la conciencia y que revelan un malestar frente a lo que pasa en el mundo educativo.

El cómo educar hoy nos lleva a creernos que las mediaciones  son más importantes que los fines, por fortuna no,  no son las aulas virtuales las que le darán el sentido a la educación, son las intenciones de educar hoy, esto nos lleva al ¿Para qué? Y el ¿Por qué educar hoy?, el cómo se convertirá entonces en el argumento didáctico que sin ser desplazado o ignorado no podrá suceder si no tenemos claro lo etiológico la causa y el sentido.

Educar entonces con sentido pedagógico nos invita a mirar el entorno, pensar la realidad, mirar críticamente ese mundo infantil y juvenil en la antesala de una sociedad que a diario habla de paz y posconflicto. Nuestros niños, nuestros jóvenes son la presa de cañón del conflicto, en el desplazamiento forzado, en la calle del tráfico de drogas, en la pandilla, en la barra brava, en el embarazo pueril, en una sociedad consumista que invita a consumir la cosa y a olvidar el ser, en una sociedad machista de feminicidios comunes, una sociedad con la clase política más corrupta del continente que viene haciendo naufragar la idea de una nación libre y soberana.

¿Dónde educar, cuando educar, con qué educar? Propiciando una respuesta a todo lo anterior, quizá pensando que por año ha habido un desdén por la educación en un país que ha pensado más la guerra, sin el reconocimiento a los docentes, en la “tecnologización” de la labor docente que invita a estar más preocupados del acta que del proceso, ante una desmedida “evaluatitis” que hace pensar que la escuela no sirve, que los docentes están mal formados, que como que no hay esperanza y que hay que acabar con todo y comenzar de nuevo.

Pero cuando vamos al mundo escolar encontramos pedagogos de a pie que planean estrategias, que piensan no solo el hambre física de los protagonistas sino del vacío que la sociedad colombiana ha ido dejando, esos maestros que enamoran con el arte, que invitan a la lógica, que promueven a los menos, que motivan a los más, que en contra de políticas económicas proponen políticas culturales, que en medio de la carencia logran enriquecimiento espiritual e intelectual.

Una pedagogía del sentido, una pedagogía de la complejidad, una pedagogía distinta que se hace al margen de los grandes espacios universitarios y que permiten remendar el tejido social destrozado por la inmoralidad política, por la inmediatez de las redes sociales, por la vacuidad del consumismo. Eso lo hacen nuestros docentes pero a nadie le importa porque los medios y la masa miope están esperando el cuadro de honor de los mejores colegios para ser publicados en la revista DINERO, no importa porque la ministra quiere a los más “pilos” en las universidades, esos pilos no son ni la pequeña muestra de los verdaderos jóvenes pilos que se salvan de la pandilla y de la bala, que se juegan a puñaleta pura  el futuro.

Retos apara la educación, todos, no solo con el posconflicto, retos contra la minería que acaba ríos y bosques, contra la devastación de los mares y las selvas, retos profundos contra una sociedad cazada con derechas fascistas que ignoran la ley e imponen la muerte, retos contra los dogmas clasistas, racistas, homofóbicos; retos pedagógicos contra esas iglesias de barrio estupidizantes que arrastran a las mentes noveles a la indiferencia y al sentirse culpables de estar vivos. Son retos profundos para luchar  por una nueva visión del mundo que nos rescate de una insoportable levedad del ser que la sociedad neoliberal trata de  imprimir en la conciencias de cada una de las personas.

 

Makamoro

 

 



[1] Ospina, William. Preguntas para una nueva educación, ensayo. 2012.

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