DESPUÉS DEL VIAJE


NUEVA TIERRA, NUEVO RUMBO
UN PEDAGOGO ENCONTRANDO UNA REVOLUCIÓN


"Todos los días la gente se arregla el cabello, ¿por qué no el corazón?”
Ernesto el Che Guevara.


En la aduana, entrando a La Habana, revisaron más de la cuenta el pasaporte, lo sacudieron, lo pasaron por la maquina de rayos X, contaron sus hojas, escudriñaron la foto y dedujeron lo obvio: un colombiano en Cuba.

No llevaba en la maleta el polvo temido, no había en ninguna parte de mi cuerpo algo que hiciera suponer algún atentado, solamente soy colombiano y resulto sospechoso por naturaleza.

Todos mis sueños se estaban materializando, visitar una revolución de carne y hueso era una realidad, allí mis dos piernitas que habían caminado senderos caseros hoy caminaban por la tierra de una isla calurosa enteramente revolucionaria que sacudió con todo su peso mi conciencia adormilada, anestesiada por los ruidos de estas ciudades invadidas de centros comerciales y vendedores ambulantes.

Viajé a encontrarme con los participantes de un encuentro de psicología, viajé a contarles que yo creo en una escuela distinta y que a los revolucionarios los considero portadores de una mente divergente, que la pregunta que venía a ventilar es si en el mundo en el que yo vivo, mi país bicentenario, violento, corrupto, alienado…, sería posible hacer una escuela para este tipo de seres.

No resolvieron mis preguntas rebuscadas con inmediatez pero sí me dejaron ver que hay otras preguntas que inquietan a la extensa América, una amenaza sobre la juventud que desde México hasta Argentina se cierne: la violencia de pandillas, maras, jóvenes desempleados que disparan antes de hacer cartas; el mundo mal-erotizado de un “reguetón perrero”, jóvenes que excluidos de los sistemas escolares encuentran en la calle la barra brava, el delito, los alucinógenos, niños que se hunden en una onda de permanentes e idiotizantes modas que no respetan fronteras ni sutilezas idiomáticas, se impone con una violencia de seda.

También, todos estos psicólogos inquietos y dialogantes me dijeron que temían mucho por la gran marea que el neoliberalismo ha impuesto sobre las escuelas del sur, el desdibujamiento de los docentes ante los procesos de la gestión de la calidad, la escuela invadida por los discursos administrativos e industrializantes, todos con grandes intenciones de transformar la escuela en una empresa no sabemos de qué tipo, trabajando sobre estándares y homogenizantes impuestos por la multinacionales de “la calidad”: Campañas de escuela para todos con criterios de mano de obra barata, en donde el trabajo sin empleo se impone coincidiendo que el único lugar en Latinoamérica donde no aparece el temible desempleo es aquel que nos recibe para posibilitarnos el contraste.

Los psicólogos parlantes hablaron de las urgencias contra la terapia de farmacia que enferma, plantearon volver en sus prácticas de análisis a lo tradicional y chamánico, a la caricia de mamá que lo cura todo y a la música que hace danzar conciencia y cuerpo. Hablaron de hierbas y de aromas, hablaron de pases de magia y de cantos al sol, hablaron de una abordaje diferente de la ciencia dentro de la holística y la complejidad, a los nuevos alcances de la psicología como potenciadora del desarrollo humano integral, dijeron que hoy se piensa diferente la acción de la terapia y que es una emergencia nutrir el discurso y la acción del psicólogo de una interdisciplinariedad amplia, flexible, diversa que puede asumir al ser humano que el capitalismo cada vez arruina más.

La experiencia comenzaba a ser cada vez más intensa e interesante, por momentos escapé de tanta fluidez intelectual y las calles de plazas y calles de inmenso movimiento me atrajeron como imán, había que buscar los iconos rebeldes: Martí, José, en todas partes; el che, Fidel, Cienfuegos…Héroes de ayer, héroes presentes, que no estaban en la fría piedra sino en la vida común de una isla bloqueada por el monstruo del norte que no la deja respirar cómodamente.

El poeta que fundó esta Patria dice lo siguiente:

“Cuando se es joven, se crea. Cuando se es inteligente, se produce. No se adapta, se innova: la medianía copia; la originalidad se atreve”.
José Martí
Guías espontáneos que me quieren llevar a pasear a cambio de una camisa o de una moneda, no son los mendigos nuestros, son personas que aprovechan el turismo desbordado que visita la isla. No hay indigencia, no hay almacenes de grandes superficies, hay muchos hospitales, hay carros viejos, mujeres bonitas, niños en las escuelas, escuelas que ayer fueron cuarteles y que hoy reafirman la revolución de la cultura.

¿Cómo no caminar esas calles? ¿Cómo no asomarse al mar? ¿Cómo no moverse con la música de pianos de cola, bajos gigantescos de maderas sonoras, maracas, guitarras y tambores? Es una magia que por supuesto embriaga, es una presencia en una ciudad del Caribe que despierta los sentidos y exige una sonrisa permanente de asombro y placer.

Quería hablar de divergencia, allí la estaba viviendo, un mundo distinto al que conozco, una vida que no depende del comercio ni del consumismo, una sociedad que defiende, habla, circula ideas sobre soberanía, honor, dignidad; una sociedad que hace inmensos monumentos a los poetas y a los defensores del pueblo, una sociedad que vive su historia y que se proyecta a pesar de los centros hegemónicos del poder mundial de dinero. Estaba en un país que recicla todo y ama sus árboles.

Por supuesto que pregunté sobre la escuela, hablé con docentes, vi a los niños…, allí hay una sociedad distinta del conocimiento; la gente estudia, la gente encuentra en el intelecto su esencia, no hay restricciones ni exclusiones, la escuela está abierta y sobrevivir en ella es duro pues aunque es popular, democrática y masificada no es estúpida, no es mediocre, no tranza con el bajo esfuerzo, es una escuela exigente.

Entonces como pedagogo comencé a aprender, en este tipo de escuela el que avanza es el que logra disciplina, pero no esa externa, opresiva, autoritaria, de férula y castigo, ésta no es impuesta, surge de una necesidad vital, es la disciplina del carácter, es la de demostrar que la defensa de la revolución la hacen las ideas, que sólo una sociedad formada, estudiosa y capacitada podrá asumir su propio destino. La escuela de una revolución.

Son poco importantes los métodos y las estrategias didácticas (quizá son tan comunes y simples), lo que allí es importante es el por qué, el argumento, las inspiraciones; la búsqueda del sentido, del por qué se hace lo que se hace en el estudio cotidiano, esta es su manera de liberarse, esta es su manera de sostener el cambio, es una sociedad que se auto regula; es un nuevo camino, es una nueva perspectiva existencia del aprendizaje y la enseñanza: la construcción de una sociedad distinta, muy distinta a la nuestra. Martí decía así:


“Mi trabajo es cantar todo lo bello,
encender el entusiasmo por todo lo noble,
admirar y hacer admirar todo lo grande”

José Martí.


Entonces volví, a pesar de la protesta de mi sentido común, volví a pasar por la aduana amenazante (y volvieron a dudar de mi presencia y esencia pero como soy colombiano siempre estaré bajo sospecha) y aterricé sin saber en qué momento en una calle de mi ciudad, estaba rodeado de cantidad de gente que piensa en el negocio, en el dinero, en la deuda, en la ganancia, los locos en la calle, la indigencia creciente, la venta de comida, los asaltantes acechando, los ex ministros para la cárcel cinco estrellas, el fútbol y la televisión idiotizantes, la policía pidiéndome mis documento de identidad, otra vez bajo sospecha.

No se si la vida en la isla de la utopía sea el ideal de existencia, sí se que es muy diferente y que la escuela que nosotros tenemos adolece de lo que le sobra a ellos, sentido, ellos le otorgan sentido al estudio, graduarse no es un evento social, es un reto de vida. Estudiar significa asumir una sociedad que le hace una propuesta al joven, no la de la comercialización de la vida sino la dignificación de ella, allí se aprende para ser, no para tener.

Y hay música, y hay fiesta, y hay alegría…, el Caribe es así, con un mar inmenso, con un sol intenso, con unos héroes que invaden las esquinas celebrando la diferencia.

No se qué iré a hacer o a decir la próxima vez que vuelva al aula, lo que sí sé es que escucharé con más detenimiento a Carlos Puebla a Silvio Rodríguez y a Pablo Milanés.

La educación, el ser docente y el ser estudiante en una revolución cambian pues el sentido del conocimiento es otro.

En un parque surrealista de una calle perdida de La Habana me encontré con una estatua viva que dice:

“…dirás que soy un soñador
pero no soy el único”

Jhon Lennon.



Manuel Camilo Morales Rojas.
Licenciado en educación.




P.D:
El encuentro al que se asistió fue el IV congreso de psicología, bienal en Santiago de Cuba, IX taller de internacional de psicología latinoamericana y del Caribe. 18 al 22 de julio 2011, con la ponencia-taller “Es posible una pedagogía para mentes divergentes”.


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