LA MALETA DE REGRESO
LA MALETA DE REGRESO
Impresiones
sobre volver a la Escuela
Ha pasado un buen tiempo,
donde el estudio fue reemplazado por el aprendizaje, donde los sitios
familiares se hicieron comunes, donde las horas cambiaron en su extensión,
donde hubo distintos hábitos que desacomodaron el cuerpo, el dormir, los
pensamientos.
Ha pasado un tiempo donde
desaparecieron protagonistas que se creían eternos, un tiempo que desnudó
ignorancias, fragilidades, soledades agrupadas.
Ha pasado el tiempo pero no
los miedos, no las amenazas, no se ha ido la enfermedad, al contrario, llegaron
otras; no se ha ido la pobreza, las injusticias siguen aposentadas en su trono
rudo y tosco. Los tiranos se burlan desde allí.
Aun así, la campana de la
escuela ha vuelto a sonar, la ropa que no se
tocaba, vistiéndola hermosas arañas tejedoras, ha salido del encierro,
los zapatos ya resultan tan inútiles, el hambre ya no concurre tan temprano.
Voy hacia el salón de
clase, voy al encuentro con unos pocos, asisto de nuevo al lugar donde mi voz surgía
sin temor recorriendo oídos expectantes, de nuevo los cuadernos y su olor, de
nuevo el tablero sediento de tinta, por ahí los buenos libros luchadores
incansables contra los analfabetas.
Allí de nuevo, con mi
rostro cubierto, sin poder saludar otra mano, sin acercarme a ellos que a
diario me abrazaban diciendo una buena palabra de aliento y paz. Allí de nuevo,
al fin y al cabo en ese lugar sembré y recogí cosechas del saber, allí asumí
tormentas y calmé ventarrones, allí sonreí y crecí. Estoy en mí aula de los
sueños en proyección.
Alistaré la maleta y
observaré otras.
LA
MALETA DEL NIÑO
Madrugar, salir a la calle,
portar la camisa del uniforme, ya un poco estrecha, no hay lonchera, dicen que
no demoraré mucho, me encontraré con Ana
y con Juan, los zapatos no han logrado un pie justo. No sé si aún mi profesor
sea mi profesor.
Mi maleta lleva dos
lápices, dos cuadernos, una regla poco recta, un diccionario viejo con imágenes
bonitas de animales, un rastro de borrador y un pequeño muñeco de caucho que
aprendí a morder en esas tardes de aburrimiento en casa.
Voy a jugar, pero dicen que
el patio de recreo está prohibido, voy a hablar con los compañeros pero nos
dicen que no podemos juntarnos mucho, voy a
aprender pero no sé qué, ya mi cabeza anda dispersa y juguetona y se le
dificulta prestar atención; quiero estar con mi teléfono.
Voy con mi maleta a la
escuela y quizá ella sea distinta, la escuela que dejé ya será otra y
posiblemente esté invitado a acomodarme. Siento aburrimiento, pero también
alegría, mi mamá me despidió muy contenta.
LA
MALETA DE LA DOCENTE
Voy con el computador, ya
no uso cuadernos; voy con el plan estratégico resuelto, llevo las estrategias
del ministerio, llevo las 45 capacitaciones que tuve en tardes y fines de
semana, llevo unos cuantos regaños atrasados, recuerdo cuando el regaño era mi
especialidad, ahora como que ya eso no se usa.
He preparado una maleta no
se para cuantas horas de clase; no sé si mi sobrepeso me hará retornar a los
dolores de rodilla y espalda, voy muy preparada, dos botellas de alcohol para
manos y pies, muchos cubre bocas, muchos anti-todo, volveré al salón de clase y
allí estará esperando la lista de asistencia, el observador de los niños, los
viejos preparadores de clase que creo que se han vuelto obsoletos.
Veré de nuevo a mis
colegas, hay varios nuevos, algunos compañeros de antaño murieron; mi jefe
estará muy pendiente de mi hora de llegada y de salida, no preguntará por mi
salud, lo que sí es seguro es que me recordará que tenemos muchas reuniones después
de clase.
Siento aburrimiento y
alegría, es bueno volver a la escuela pero no sé si seguirá siendo mi escuela.
Mi esposo me despidió muy sonriente.
LA
MALETA DEL JEFE
¿Acaso la escuela estuvo
cerrada? Todo está igual, volvemos a la
importante rutina, volvemos al lugar de trabajo, volvemos a desarrollar la
calidad, a medir el rendimiento, a verificar si los docentes han logrado las
metas.
Voy con mi maleta llena de
exigencias, exigir es mi oficio, todos los reglamentos, los importantes
protocolos, los borradores de las defensas legales; llevo el cronograma de
actividades, pesado y gris, que garantizará que los docentes hagan su labor en
tiempo completo.
No olvido de ninguna manera
mis pastillas para el control de la ansiedad y esos terribles dolores de cabeza
que desde antes de la pandemia me aquejan, debo esforzarme mucho para que todo
esto vuelva a lo que es, una institución
que persigue valores, volverá el orden, volverá la buena relación con el tinto,
resolveré muchos asuntos al día y por fin por la noche regresaré a casa, feliz
de haber reabierto las puertas.
Me siento un poco
angustiado pero encontraré de nuevo a esos profes que duraron tanto tiempo
sin hacer nada y que muy reverentemente
me saludarán como lo que soy, un buen jefe que maneja la escuela.
Saldré en la mañana, como
siempre, no hay quien me despida.
LA
MALETA DEL PROFESOR
Me despiden todos como si
no fuera a regresar, estoy ya un poco viejo para cargar esta maleta
desvencijada como yo; nietos, hijos, la
compañera de todos los años, en su recién engrasada silla de ruedas, salen a
decirme que mejor me quede, que yo ya cumplí, pero no, ni de riesgos, vuelvo a
mi escuela a trabajar como lo hago desde hace 49 años.
Necesito la escuela,
necesito a los jóvenes, necesito al jefe a y mis colegas; por eso llevo en mi
maleta algunos recuerdos, el pocillo que me dieron cuando cumplí los cuarenta
años en la institución, las hojas de mis libros que ya se descuadernaron, una
bonita pluma que no tiene tinta, pero me la obsequiaron cuando me gradué en la
normal de varones. A mis compañeros les llevo unos pancitos que les compré.
No sé a qué iré, no sé de
computadores, no sé del celular con datos, no sé de la nueva normalidad, no
hago guías, no hago parceladores, no hago retos para los estudiantes; parece
que lo que yo sabía ya no se necesita, aun así iré porque jamás he faltado a
clase, y así sea a repetir mis viejas historias que los estudiantes han
escuchado una y otra vez, allí estaré con mi maleta repleta de anécdotas,
repleta de nostalgias, repleta de despedidas, me he ido quedando viejo.
MI
MOCHILA
Estoy preparando mi lanuda
mochila, comencé guardando mi libro de poemas, mi cámara de fotos, mi guía de
aves, a veces la mochila me queda pequeña, pero ya está acostumbrada al
sobrecupo.
La mochila ya no estaba
preparada para volver a la escuela, ella quería seguir visitando lagunas,
montañas, desiertos, la bella playa del caribe. La mochila no se quedó
encerrada y más que una mochila se comportó como cometa.
Pero todo me dice que debo
volver a la escuela, entonces con esos niños de medio rostro me encontraré, les
diré que viven en un país maravilloso pero con tremendas urgencias, les diré
que el virus que nos ataca es producto del mal que le hemos hecho al planeta,
les diré que es importante que estudien para que transformen los días y las
noches y le den mucho sentido a vivir la vida.
Llevo en la otra mochila,
el trabajo de los niños, copias de bellos mándalas, algunos lápices de colores,
relatos del mundo encantado para que la imaginación no haga sino volar y
podamos escondernos de esas tecnologías
que nos aprietan las neuronas y distraen las emociones.
En la mochila llevaré
velitas de sándalo, restos de caracolitos, un lapicero y un buen cuaderno para
seguir reportando el reinicio de una nueva ruta por una escuela que espero sea
distinta conservando la efectividad para aprender de los afectos, los abrazos,
las sonrisas…
Makamoro.
4-03-21
Calima
El Darién.
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