CLASE VIRTUAL
BUSCANDO UNA CLASE
VIRTUAL
“Si asumes que no existe
esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un
instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las
cosas”.
N.Chomsky
Comencé haciendo una escenografía
adecuada, unos bonitos libros a mi espalda, la luz indicada, el sonido medido;
cada elemento en su sitio, la cabeza bien peinada, los lentes desempañados, la
voz firme y direccionada.
Aislé
el cuarto, cerré ventana cosa que la voz del que vende mazamorra no se
mezclara con la mía, advertí en la casa que no me interrumpieran pues estaría
ocupado atendiendo virtualmente a mis estudiantes, el perro en el patio, el
radio suspendido, el teléfono en bajo; todo estaba listo, cada plan en su
lugar, la guía, la lista, el enlace para abrir el aula. Nada podía quedar por
fuera ya que mi pequeño computador recibiría la mirada de 26 de mis estudiantes
que oportunamente habían recibido el enlace.
Debía hablar de la importancia de la
sociedad, de los vestigios culturales, del mundo del lenguaje y de la importancia
social del arte, debía plantearles que la humanidad se había cimentado sobre el
dialogo, el trabajo y las representaciones simbólicas, llevándolos así a una
reflexión sobre la importancia del aprendizaje, el conocimiento y la educación
humana.
Era sumamente especial el encuentro
porque debíamos resaltar los valores propios de nuestras regiones y ellos me
mostrarían con sus tareas que somos una sociedad pluriétnica y multicultural.
Fue allí cuando Karol mujer joven afro de profundos ojos café interpeló y
explicó como a su natal Tumaco lo había expropiado y arruinado entre cultivos
ilícitos y saqueo de minerales, habló de la violencia de los políticos y el miedo
en el que se debatía su familia que había tenido que salir en fuga para
refugiarse en algún lugar del Cauca
adentro.
Entonces el joven Pillimúe levantó su manita en la pantalla y también
habló, le contó a los presentes y les explicó que las mismas tormentas las vivían
sus hermanos indígenas cerca de Piendamó, azotados por bombardeos del ejército
nacional, amedrentados por los grupos paramilitares, acosados por los
cultivadores de coca, intoxicados con la fumigación área.
Habló el joven de las calles caleñas,
del mundo del robo y el pequeño tráfico de la droga en las escuelas
públicas; habló la joven desempleada, el
señor de la economía informal, la señora
que no sabía qué hacer con su bebé que en el fondo lloraba y alteraba el sonido
de la clase virtual.
Alguien dijo sin mostrar su rostro en
la pantalla que este curioso virus nos había esculcado el interior, que esos dolores,
tristezas, soledades y pobrezas se revelaban
para mostrarnos la vida de un país empobrecido y violento.
Se silenció la clase, todos esperaban
que el profe dijera algo pero las palabras se demoraron en llegar, simplemente atiné
a expresar que como esos pretéritos hombres en su húmedas y frías cavernas de
la prehistoria nos debíamos preparar para volver a salir, algún día después del
cuarenta a hacer de nuestra profesión
futura una voz de esperanza y luz, aún en el tormentoso devenir debíamos como
aprendices de una licenciatura en educación aprender a conservar y sembrar la
esperanza, fundamentada en el saber, en la tradición oral, en el amor por la
escritura, solo pude decirles que era urgente volver a creer, sostenernos
juntos en una fe inquebrantable por la búsqueda de la verdad, la justicia y el
amor.
Ahí justamente en el culmen de la
inspiración y la arenga se me acabó el plan de datos, no pude recuperar el
enlace, la clase se me perdió.
Manuel Camilo Morales Rojas.
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