Sobre la educación prohibida


INTUICIONES EXISTENCIALES

SOBRE LA EDUCACIÓN PROHIBIDA



“Hay que avanzar hacia una educación  que no se limite a informar y a adiestrar, que no exagere el culto de la competitividad, que favorezca  la capacidad de creación, la alegría de buscar, el espíritu de solidaridad. Abundan los uniformes y también arbitrarios sistemas de calificaciones, los certámenes de repetición, la mera adoración de lo que otros han creado, la disciplina obtusa y mecánica”

William Ospina[1].



El trabajo realizado por aquellos pedagogos inquietos que se fueron por América del Sur y otros países preguntando por la educación me ha generado un alboroto espiritual, la veo, los escucho, siento que hay algo que decimos en conjunto, algo que es necesario repetir una y otra vez, la educación debe servir para edificar al humano y no para amansarlo, aquietarlo e inutilizarlo.

Varias veces he cuestionado la escuela, varias veces he dicho que la educación debe acercarse a los niños, que no se debe distanciar de sus vidas que los docentes deben apostar por otro tipo de relación didáctica que no esté mediada por la nota, el control y el grito.

He pensado que la escuela debe ser de grandes maestros artistas y deportistas, que los docentes deben saber cantar y bailar, que deben ser magos y juguetones, que deben ser justos y amigables. He dicho que el conocimiento se descubre, se asume, se disfruta cuando salimos a la montaña, cuando vamos al río, cuando hacemos pan y cuando actuamos en el teatro. La educación es una experiencia de vida.

Por eso mi pedagogo de cabecera es el maestro Ciruela[2], aquel que Fernando Almena nos presenta en una historia bella sobre la docencia y el conocimiento. Don Teófanes Ciruela es ese capaz de romper con una escuela de  salones cerrados y sin ruido, es aquel capaz de  mostrarnos el aprendizaje significativo en la fuente del parque, es aquel que nos motiva observar con detenimiento el proyecto presente de vida de los niños.

Y sin embargo por estos lares nos hablan de un cuento traído de los cabellos llamado calidad educativa, cobertura, bilingüismo, nos dicen que los niños serán más aptos para el desarrollo si tiene computadores y televisores, nos hablan de que cualquiera puede ser maestro pues las tecnologías buscan el auto aprendizaje y la independencia pero a la vez  vemos como hay más niños sicarios en las calles, más niñas criando bebés, más violencia de pandillas, más consumos de alucinógenos, más suicidios prematuros, la escuela, la educación y los docentes van por otro lado, nuestro niños y jóvenes van por otro atraídos por una sociedad enferma que ofrece muerte y competencia, moda y consumo, pobreza y estupidez.

Y en las facultades de educación se enseñan las disciplinas y la pedagogía queda relegada como relleno, entonces ingresan a la educación sabios matemáticos e ilustres biólogos que no saben qué hacer cuando el niño o la niña llegan a clase con una dificultad de vida, cuando traen preguntas vitales y no editoriales, cuando traen sueños  e ilusiones y no tareas copiadas del texto.

La formación del docente debe estar dentro de las propuestas de Gardner y Perkins, de Morin y de Goleman, una educación fundada en un reconocimiento  de la emociones como inteligencia, de la multiplicidad y plasticidad del pensamiento complejo, hay que traer a colación a Chamalú (ver Wayra) y la experiencia de las eco-aldeas, hay que poner a circular los textos de Humberto Maturana y de Carlos Cullen, hay que ver la propuesta de Peter Mc Laren y de Henry Giroux.

La educación prohibida es una incitación a romper con la escuela anquilosada y opresora, invita a optar por la libertad y la democracia, pide a gritos que la educación sea ecológica, estética, innovadora, inteligente. Pide que los docentes lean más, escriban más, jueguen más, califiquen menos. Pide con toda la fuerza que se observen los ideales de Whitman, de Maturana, de Freire…, que hablemos en términos de pedagogía y no de acuartelamiento.

No más escuelas cerradas, no más escuelas panópticos, no más escuelas sordas a las urgencias de los menores. Se requiere un nuevo conocimiento asociado al asombro y el encanto, un nuevo currículo que aporte soluciones al problema ambiental, un laboratorio social que edifique la justicia y el respeto a los derechos humanos.

La escuela prohibida llega a mi vida cuando he visto cómo se maltrata a los docentes con sueldos de hambre, me llega cuando se han radicalizado los discursos represivos y  ven al estudiante como un sujeto peligroso y amenazante, me llega cuando se insiste desde las administraciones peligrosas que la educación es un negocio y que debe ser vista como una organización productora de mercancías y objetos humanos.

Ha llegado para refundar mi esperanza, para avivar mis ideales, para decir a los cuatro vientos que ya no queremos más profesoras “Tronchatoro” como la de la película Matilda, que buscamos docentes parecidos a Teófanes Ciruela, que los rectores deben ser visionarios, utopistas, grandes ideólogos de la libertad y el humanismo. La película ha llegado a mí para despertar el pedagogo dormido y volver a hablar en mi aula de los sueños de Verne y Asimov, del gran D’avinci y de la permanente sublevación de Don Quijote.

Hay una educación prohibida que está en el sueño de Alexander Neill, que está en la propuesta de Montessori, que se halla en los viejos cuadernos de Fernando González y Estanislao Zuleta, sueños que debemos retomar y echar a andar pues nuestro menores  lo claman y cada vez que veo un muerto en la escuela, un maltrato entre pares, un niño sicario, una niña embarazada, un ser humano habitante de la calle constato que la educación oficial, formal, tradicional ha fracasado y que es hora de probar lo distinto.

El sistema socio-económico mediado por el consumismo y el mercado ha logrado una escuela inútil, individualista, competitiva y malsana, por lo tanto no sólo habrá que pensar en una nueva educación sino también en una nueva sociedad, unas nuevas relaciones familiares, unas nuevas formas de administrar y distribuir el poder pero quizá al cambiar la escuela y atrevernos a  hacer una nueva ciencia y un nuevo arte podremos imaginar un nuevo mundo con una escala de evolución más alta que ante todo y sobre todo proteja y respete la vida.

Qué bueno que ha llegado la educación prohibida[3] a mi vida en un formato audiovisual, yo no andaba tan equivocado y es bueno sentir cómplices.



Manuel Camilo Morales Rojas.

Licenciado.











[1] Ospina, William. La escuela de la noche. Grupo editorial Norma. Bogotá, 2008.
[2] Almena, Fernando. El Maestro Ciruela. Editorial Edilux, ediciones Susaeta, Medellín, 1990.

[3] http://youtu.be/-1Y9OqSJKCc La educación Prohibida. 2012.

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