LA ESCUELA DE LA CREACTIVIDAD


LA ESCUELA CREACTIVA

“Cada animal deja vestigios de lo que fue;
sólo el hombre deja vestigios de lo que ha creado”
Jacobo Bronowsky

Ya la docente de al lado se había acercado dos veces a decirme que estábamos haciendo mucho ruido y que su clase de historia estaba siendo alterada, pero yo no sabía como detener el ímpetu alcanzado por un juego entretenido y ruidoso que una estudiante nos compartía para explicarnos la poética del espacio.

Entonces optamos por salir de las seis paredes y nos dispusimos a eso a observar el mundo desde la calle encontrando gigantescos fenómenos nunca vistos: unos pequeños hongos en una pared húmeda, dos nidos de pájaros diferentes, un gato dormilón, una viejita de aspecto tenebroso, una fabulosa moto antigua y jardines y puertas para otra ciudad o para otro tiempo.

La primera conclusión obvia y didáctica es que este grupo de creadores necesitaba recrear, afinar, detener la mirada; el primer paso que era e implicaba observar no era sencillo, se requería silenciar el mundo interior y concentrarse, la pregunta cayó de inmediato ¿esto sirve para crear?

“Es un absurdo pensar que en la educación para la creatividad se espera que los estudiantes produzcan obras maestras, o que la finalidad última sea el desarrollo del pensamiento divergente. En la educación no se espera inspiraciones que lleven a maravillosas obras, gestan obras que los representan, se gestan humanamente en cooperación con otros”

Aprendí que las didácticas activas no parten de elucubraciones, se inician en la quietud participante; después viene algo importante e incitante: La pregunta. ¿Por qué? ¿Por qué el gato? ¿Por qué el hongo? ¿Por qué la viejita…? Y de las preguntas a la opinión, entonces él conjetura, supone, lanza su prejuicio, es que…
Al pronunciarse sobre el mundo y permitirnos describirlo e interpretarlo le estamos dando uso a ese cerebro que puede inventar, una inteligencia capaz de re significar el espacio y encontrarle sentido al ser y a las cosas.

Los pocos constructivista que he visto y tratado hablan de la importancia de la operación intelectual, mencionan la urgencia de los saberes previos y llevan a su “víctima” directo al mapa conceptual, al autor o a la enciclopedia; pareciera que la experiencia fuera necia e incomoda y quisieran mostrar que el proyecto ya es la realidad y que por tanto queda así configurado el aprendizaje.

Pero cuando me encuentro a estos magos (mis estudiantes) de la línea, el punto, la forma y la figura y los veo hacer el vestido, la maqueta, el cuento, la historita o el vídeo, entiendo que la creación no es el resultado del constructivismo por lo menos en primera instancia, asumo el acto creador como la posibilidad de aprender haciendo y al hacer pensar y al pensar innovar, cada vez que los estudiantes se atreven a hacer ya están asegurándome un paso intelectual necesario para derrumbar mitos, para reivindicar la integralidad del ser, no somos un simple aparato de intelecto, somos un sistema de emociones, movimientos, percepciones, habilidades, preguntas que quizá en algún momento se conviertan en idea, ya lo son de por sí, pero eso no es lo único, no es el punto final, es simplemente un momento de toda esta integralidad existencial.

La formación del creativo o del creador debería ser la función fundamental de toda escuela, sólo que la nuestra, la escuela tradicional, ha marchado por la senda facilista de la repetición de la repetidera, es más, la escuela convencional rechaza la empírea, elitiza el laboratorio, y “sataniza” la inquietud. Se nos hizo creer no se en qué fatídico momento que estudiar era estar sentado amansado, sin preguntas e indiferente, cuando el conocimiento es producto de una interacción con la realidad, de un intercambio del ser con el medio, los animales lo saben mejor que nadie ¿por qué no asumimos ese comportamiento epistemológicamente?

“El sentido de una educación creadora está en la constante creación de la singularidad humana a través de la cooperación. Ser maestro es ser cómplice en el procesos de gestación de otro que es diferencia, que es oposición”
Cuando el artista, el diseñador, el escritor, el arquitecto entra en contacto con su obra es que se da cuenta que hay obra. Sólo el hacer, sólo el comprender activamente, reflexionar sobre la duda, el error o la perspectiva le garantiza su pensamiento, pensar es sin duda alguna reflexionar sobre el acto.
Allí está la clave, el docente entonces es el que permite, propicia, impulsa, estimula una permanente reflexión sobre lo que se hace, se piensa y se siente, sobre cómo se aprende y como se llega al conocimiento.

Por eso necesitaba dejar jugar a mis estudiantes, por eso debíamos salir a San Antonio, al zoológico, por eso había que ir a ver la ciudad, el museo, la biblioteca…, el exterior era nuestro mejor laboratorio para ejercer nuestra integralidad, para redactar el mejor cuento, encontrar el color adecuado, precisar el sonido específico, encontrarnos en esa relación cognitiva de la observación, la pregunta y el hecho. Buscar pretextos, buscar estímulos, buscar….

Por eso quiero fundar la escuela Creactiva, en dónde crucemos experiencias estéticas, éticas, políticas, en dónde salgamos al mundo a conocerlo, a trabajarlo a reinventarlo, por eso necesitamos una escuela diferente para imaginar un país distinto, una sociedad más justa, un equilibrio con la vida, el respeto a la naturaleza, el respeto a las culturas, el encuentro con el cosmos. Escuela Creactiva para revolucionar el mundo y hacerlo más digno, más bello, más libre.

“Cualquier estrategia pedagógica o didáctica para el desarrollo de los procesos creadores esta destinada al fracaso, si no se tiene en cuenta la singularidad, la unicidad del ser creador. Una educación creadora es un proceso de formación de un ser singular, único y posible en “aún no”, mediante acciones relacionales que entretejen un entramado humano de mutuas implicaciones afectivas y cognitivas”.

La academia no se puede definir a sí misma como una industria creadora, debe asumirse como un centro compartido de experiencias docentes y discentes, que buscan ante todo la realización de proyectos de vida, jóvenes y adultos llegan allí no sólo a desempeñar un rol citadino de funcionario, allí se llega a tener, a construir, a vivir la mejor experiencia, esa que delata la existencia, esa que nos permite saber que estamos vivos, la experiencia de encontrarnos los unos a los otros creando, dialogando, cuestionando, aportando…

Somos creadores únicamente de nuestra realidad por eso vamos a allí al centro del aprendizaje para compartir presencia y esencias e intercambiar lo que somos y lo que sentimos, para dejar señales de vida, vestigios existenciales.
No volveré a hacer ruido en ninguna aula, mis estudiantes estarán en otro lugar descubriendo, inventando, probando, creando, creciendo…

Vamos profe de historia, salgamos del aula y hagamos la historia.

“Todo nuestro pensamiento posee la naturaleza de un juego libre con los conceptos; la justificación de este juego radica en el grado de ayuda que pueda aportarnos para comprender la experiencia de nuestros sentidos”.
A. Einstein.


Manuel Camilo morales Rojas.
Licenciado en educación.

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